¿Siglo de inaguración terrible?


Hace unos pocos días se cumplieron diez años del ataque a las Torres Gemelas del World Trade Center neoyorquino. Diez años de la mayor masacre terrorista de la Historia. No sólo por los muertos. Más allá de ellos, el 11-S fue una ‘performance’ asesina. Un espectáculo de muerte y fuego. Una fogata sacrificial en el corazón del Imperio, dicho en retórica asquerosa. Los actos de conmemoración no se han celebrado sólo en Estados Unidos, sino también en buena parte de Europa, de uno u otro modo. Algunos han escrito que ésta ha sido la última vez que Estados Unidos conmemorará la fecha con tanta pompa y cobertura. Bien está para mí, que nunca he terminado de comprender (y no me toméis por un ingenuo) el fundamento de ese tipo de actos. Tengo que admitir ante vosotros, sin embargo, que la conmemoración de los diez años ha dejado algunas aproximaciones interesantes a lo que significó aquel día. Históricamente hablando.



            Un ejemplo es el especial que el suplemento cultural del diario El Mundo le ha dedicado esta semana al 11 de Septiembre. Más en concreto, la pieza 11-S,¿el día que cambió el mundo?, en la que varios intelectuales (Espada, de Azúa, Sotelo, Avilés, Charles Powell) debaten sobre la profundidad de los cambios provocados por la masacre en el mundo en que vivimos y sobre algunas cuestiones aledañas. La interrogación sobre el papel del 11-S en la configuración de nuestro orden es una interrogación grave. Charles Powell y Arcadi Espada presentan argumentaciones diferenciadas pero concurrentes: se han exagerado los efectos que la masacre de Nueva York ha tenido sobre la configuración del mundo contemporáneo. Juan Avilés discrepa relativamente: los ataques tuvieron efectos transformadores, mas sobre un campo limitado: el de la percepción del terror. En todo lo demás, escasa huella.

            No comparto, disculpen la insolencia, sus conclusiones sobre el tema. Como contemporaneísta en proyecto, el 11 de Septiembre me ha interesado con frecuencia y con intensidad. A mi capote, el hundimiento de las Torres Gemelas sí constituye una transformación lo suficientemente profunda como para ser caracterizada de ‘refundación’. Veo en el 11-S el pórtico, televisivamente letal, del siglo XXI que transitamos. No soy, aunque os engañe mi mal carácter, un pesimista y no es mi intención lloriquear sobre el final, snif, que nos espera con tal principio. Señalo sólo que el 11-S cambió el mundo. Y apunto que el cambio no es necesariamente malo, aunque venga de la mano de la muerte. Las interrogaciones del título sólo están porque me ablando a veces y contemporizo con la hipotética discrepancia…

            Powell argumenta que el impacto económico del 11-S fue escaso, y a mí me parece que esa es una argumentación de vista corta. ¿Escaso? Quizás la reorganización de todo un sistema geopolítico, la contracción acusada del sector turístico, la inauguración de un período de inestabilidad financiera, la implementación de sistemas de seguridad nuevos y más exhaustivos en todo el mundo merezcan el calificativo de ‘impacto económico escaso’. Yo, desde luego, buscaría otro adjetivo. Tampoco estoy de acuerdo con Espada, y creedme que me cuesta discrepar de él. Advierto la inteligencia de su teoría sobre la dimensión simbólica pero no transformadora de actos como el del 11 de Septiembre. Pero no creo que esté aceptando las implicaciones de su idea al negar que un símbolo pueda ser herramienta de transformación, y no sólo la síntesis del cambio.

            Aunque no rehúyo nunca una buena gresca, no es mi intención desgranar pormenorizadamente el debate. Sois lo suficientemente mayores como para tener curiosidad y lo suficientemente jóvenes como para no necesitar dientes postizos. Sí quiero señalar la importancia que a mi juicio tiene el debate mismo. El 11-S es un tema necesitado de atención leal y sosegada reflexión. Sus inmediaciones precisan de una cierta poda: hay en torno suyo una muralla soflamática, apasionada y irreflexiva que impide convertir el asunto en tema para la historia. El que recoge el especial de El Mundo no es puramente un debate historiográfico. Pero sí es un intento por acercarse con inteligencia a una cuestión fundamental. Es algo así como un machetazo en la maleza. Restan muchos, pero siempre son importantes los primeros, ¿no?
 

8 comentarios:

  1. Antes de empezar la reflexión, tengo que decirte que esperaba una entrada dsobre el 11-S, pero sobre el recuerdo que ha dejado. Pensaba que te iba a motivar más ese tipo de reflexión (¿artificialidad del recuerdo? lo digo por lo de los aniversarios, que parecen hacer más presentes los acontecimientos).
    Respecto a la entrada en sí, llámame estructuralista, pero historiográficamente no creo en las fechas clave. ¿Cambió el mundo el 11-S? En mi opinión, el 11-S hizo visible que el mundo estaba cambiando. Me explico.
    A finales del siglo XX, y tras la "derrota" del bloque comunista, no estaba del todo claro que EEUU pudiera liderar por sí solo el mundo: a pesar de que había salvado los muebles a Europa con los Balcanes, el "dominio de la situación" se le iba de las manos con Somalia, bombardeo de Kosovo, cumbres del clima en las que el crecimiento de los países en vías de desarrollo (BRIC) reclamaban parte del "pastel"... Y además, el liberalismo, con su componente filosófico, pero sobre todo su aplicación práctica en terrenos como el económico, veía como las filosofías materialistas no se iban del todo.
    El 11-S fue sintomático, sin duda: el mayor atentado de la historia, el mayor ataque a EEUU en su territorio (si no se cuenta Pearl Harbor), y todo ello retransmitido en directo por la CNN, cadena que difundía tiempo atrás los logros del imperialismo. Moral y económicamente fue el símbolo que representaba un cambio en el papel de EEUU en el mundo (yo tiendo a compararlo con la Monarquía Hispánica del XVII y Rocroi).
    Las consecuencias: Creo que Powell intenta minimizar los efectos del 11-S. Disminución de las libertades, dos guerras que han supuesto la msima inversión que en la IIGM, endeudamiento (ahora se ven las consecuencias), aumento de la deuda comprada por países extranjeros, alteración de la situación geopolítica en Oriente Medio (me parece que Turquía se sigue acordando de Bush al intervenir en IRak, uno de los pocos países laicos de la zona)... Y por encima de todo, el sentimiento de que EEUU no es dueña del mundo.
    Lamento la parrafada. Por cierto, el 11-S de 1973 EEUU dio una lección de defensa de la democracia y las libertades con el golpe de estado en Chile. Ironías de la historia.
    Abrazos,
    Alejandro

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  2. You guys always blow me away. Después de leer vuestros análisis acerca de un acontecimiento que lejos de quedar para los anales de la Historia tiene completa trascendencia para comprender el mundo en que vivimos, me gustaría comentar acerca de lo que habéis escrito. Coincido con que, sin banalizar la tragedia humana que supusieron los ataques terroristas (que acaba pagando el pueblo, como siempre), el 11-S fue el punto de inflexión que inauguró (o más bien evidenció) una época de crisis de los valores que Occidente había sacralizado en 1945, junto al agotamiento de un sistema basado en la producción per se, sin entenderla como medio sino como fin (recomiendo escuchar lo que Iñaki Gabilondo tiene que decir al respecto). Coincido también en que la tragedia y los diez años que la suceden pueden ser entendidas como una amarga lección para el ser humano acerca de sus propios límites (si no me pongo trascendental no soy yo) pero una lección necesaria al fin y al cabo. Lo que realmente me interesa señalar acerca de todo ello es la evocación mental que semejante fenómeno produjo y sigue produciendo, el tratamiento del recuerdo y de las implicaciones psicológicas que conlleva, el hecho de que escudado en el pago de la afrenta, el gobierno de Bush realizó y amparó bajo la lucha antiterrorista una reordenación de los mecanismos de interacción global buscando, quizá, fortalecer ese mismo sentimiento de ser dueña del mundo. En mi opinión, y pragmáticamente, no hay demasiada diferencia entre la España de Felipe IV firmando Westfalia, la Francia imperial tratada caballerosamente en Viena e invitada a controlarse, y los Estados Unidos retirándose, en no demasiado tiempo, de Afganistán e Irak. Será el turno del siguiente, sin tiempo, me temo, para el "vuelva usted mañana" del que hablaba Larra. Besos a los dos.

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  3. Yo también pienso que Gabilondo da en el clavo pero, ¿hay voluntad en los líderes políticos actuales para revertir la situación??
    En cualquier caso, ¿no piensas que el sistema de posguerra empieza a ser atacado en la década de los 70? Desde el punto de vista económico, EEUU abandona el patrón oro; sociológicamente tienes las consecuencias del 68 a nivel familiar, representación del mundo... y socialmente el welfare state empieza a ser desmantelado, acabando con el consenso interclasista tras 1945.
    Creo que se podría debatir sobre esto. No sé si he vuelto a pecar de sistémico, pero repito, cada vez creo más en los análisis de los procesos a medio-largo plazo.
    Abrazos,
    Alejandro

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  4. Yo no soy alumno de Historia, ni he leído muchos libros de Historia. Pero desde mi ignorante, y supongo que exagerada opinión, el 11-S es una declaración de guerra. El Pearl Harbor de nuestra época.

    No comparto (mejor dicho, no entiendo) la idea de que este atentado simbolice una crisis de valores en Occidente.

    Por supuesto que el mundo ha cambiado en estos 10 años de guerra. Ha afectado a muchos sectores, ha afectado en nuestra concepción del mundo y de su seguridad. Y sobre todo, ha marcado a mucha gente. Es decir, nosotros (hablo por mí) teníamos unos 14/15 años, y en pleno proceso de formación de la personalidad, de maduración, te conviertes, viendo el telediario, en un espectador, en tiempo real de una masacre de tal magnitud.

    Bueno, tal vez este comentario no sirva para el interesante debate que estáis manteniendo, pero es mi humilde opinión de un no estudiante de Historia, a un acontecimiento histórico.

    Un abrazo.

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  5. Me parece interesantísimo el tema que me propones. Y lo barajé. Pero el tiempo con el que cuento para darle vida al blog no es mucho y lo espigo de aquí y de allá. Por eso me veo obligado a ajustar mis objetivos a mis posibilidades, y el tema acerca de la memoria y la historia quedó en una brevísima referencia en el primer párrafo. Me interesa, y con el 11-S creo que tengo la oportunidad, observar la construcción historiográfica de un tema. Por eso le di a la entrada el enfoque que tiene.

    Entrando en harina, puedo llamarte estructuralista si quieres. Aunque no creo que te lo merezcas. Comparto tu gusto por el medio-largo plazo y soy perfectamente consciente de sus potencialidades. Pero...no estoy de acuerdo en lo demás que escribes.

    Tu idea es bastante similar a la que expone Espada en el debate. El 11-S no es un cambio en sí mismo, sino una síntesis de muchos cambios. Hablas de muchos de esos procesos previos al 11-S y he decidido fijarme en el 'cambio del papel de Estados Unidos en el mundo', porque me parece el más significativo: ¿no te parece que esa interpretación sobre el 11-S como síntoma peca un poco de presentismo? Además de que en muchos casos una interpretación tal ha sido utilizada, repugnantemente a mi paladar, por aquellos que querían hacer recaer sobre Estados Unidos la responsabilidad mayor del atentado, no me parece una teoría sólida. Ignora algunos hechos. Por ejemplo, que Bush declaró la(s) guerra(s) que ha(n) cambiado verdaderamente el papel de los Estados Unidos en el mundo después de los atentados. Y no antes.

    Desde luego que el mundo estaba cambiando antes del 11-S. Sigue haciéndolo. A una velocidad vertiginosa y apasionante. Pero yo pregunto: ¿cuándo no ha estado cambiando el mundo? ¿Hemos dejado por ello de señalar en la historia momentos de una particular significación? Creo que la respuesta es no, y creo que ese no es celebrable. Si sostengo la importancia histórica del 11-S es porque no comparto tu concepto de 'cambio'. Para ti, el 11-S sólo sintomatiza el correr de unos procesos. Para mí, el 11-S integra esos procesos y, en muchos casos, los culmina.

    Una metáfora, que ya me conocéis. El 11-S es una antorcha. Tú pones el foco en el combustible que la alimenta. Yo, en la idea de que el fuego mismo es una transformación de ese combustible, sin que éste deje de ser combustible.

    Un abrazo.

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  6. No sé porque existe esa imagen del historiador aburrido, con lo que nos gusta una buena gresca, ¿eh?

    Tiene mucha tela que cortar también tu comentario. Empiezo por el principio. La frase 'que acaba pagando el pueblo, como siempre'. Está extendidísima, casi epidémicamente. Pero no me gusta su fondo moral: ¿quién habría de pagarlo? ¿Es menos muerte la muerte de un dirigente? ¿Menos condenable? Desconfío profundamente de las implicaciones que puede tener introducir gradaciones en la gravedad de las muertes provocadas por asesinos de pelaje vario y excusa heterogénea.

    No sé lo que dice Iñaki Gabilondo sobre el asunto (lo buscaré), pero no comparto tampoco tu interpretación sobre el 11-S como imagen de la crisis de los valores occidentales. Tampoco creo en la boyantía de esos valores (aunque ésta sea otra discusión). Me parece que el 11-S se produce precisamente por el miedo de los que lo perpetraron a la extensión y el fortalecimiento (real o imaginado) de esos valores. Unos valores que, como apuntaba en el comentario anterior, tienden a la transformación constante. Unos valores que a mí me gustan bastante, por cierto.

    Tampoco estoy demasiado de acuerdo con tu teoría sobre la 'la lección del 11-S'. No sé si ha mostrado los límites del ser humano o más bien lo contrario. Es decir, su capacidad para seguir viviendo, después de todo lo pasado y frente a todo lo que pase. Tras el 11-S, eso sí, las sociedades occidentales tuvieron la oportunidad de ofrecerse una lección a sí mismas: ¿merecemos seguir existiendo? Es una cuestión fundamental, a la que se ha respondido con solvencia mediana. ¿Por qué sólo mediana? Porque el debate entre seguridad y libertad que se reavivó tras los atentados esconde otra cuestión grave que muchos no han terminado de advertir: que los ataques se produjeron contra la libertad, y no contra la seguridad, aunque fuese necesario quebrar ésta para debilitar aquella.

    Un abrazo.

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  7. Es una aportación muy interesante la tuya, Bachiller Rodríguez. Y sintonizo bastante con ella.

    Como digo en la respuesta al comentario de SpanishCocoon, no me parece que el 11-S simbolice una crisis de los valores occidentales, sino que se produce porque unos cuantos creen, con motivo o no, que éstos están fortaleciéndose. No digo que los valores occidentales no presentasen grietas con anterioridad a los ataques. Las presentaban, no os quepa duda. Pero uno de los valores de Occidente es, a mi entender, la tendencia a reconstruir, reformular, redefinir sus valores.

    Lo que sí hace el 11-S, y de ahí la importancia que le otorgo como baldón, es inaugurar una época en la que la reparación de esas grietas, la redefinición de los valores, queda en suspenso durante un tiempo. O pierde velocidad. Se produce un momento tristísimo, en el que las sociedades occidentales emprenden una cierta 'desnaturalización' que tiene por objeto último sacudirse el punto de mira que brilla sus frentes.

    Comparto tu visión sobre la guerra. Aunque no creo que sea la declaración, sino un episodio más de una guerra ya iniciada. Es, eso sí, la victoria más espectacular y más profunda del terrorismo. Aunque es también su derrota, pues aquí seguimos.

    Un abrazo.

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  8. Totalmente de acuerdo. Las grescas, no importa a lo que se dedique cada uno, son enriquecedoras siempre.
    Alex, estoy bastante de acuerdo contigo en que no por tener fechas clave los acontecimientos se manifiesten de la noche a la mañana. Y si bien es cierto que el modelo acordado tras la IIGM empieza a hacer aguas mucho antes de 2001, yo pondría ese límite en los ochenta, con Thatcher y Reagan reformulando la esencia del capitalismo que nos ha llevado a la debacle económica actual. Efectivamente, el bajo perfil de los líderes mundiales no ha hecho sino agravar la crisis, que en mi opinión, no es sólo de tipo económico sino también social, cuando la mayoría de los ciudadanos sentimos decepción y falta de liderazgo acerca de nuestra clase política.
    Por supuesto que una vida humana es igual de valiosa pertenezca a quien pertenezca, pero el terrorismo actúa contra la ciudadanía precisamente porque es donde más efectos tiene la acción y más alude al sentimiento de dolor. Lo que expongo es que la labor de representación de los políticos en democracia no les blinda para actuar sin la responsabilidad de recordar esto, y si me permites que sea directa, unos sí son más responsables que otros. Recuerda nuestro 11M.
    A mí también me gustan los valores que como comunidad ficticia tenemos, que son fruto de varios cientos de años de reflexión y evolución, pero no por ello dejo de criticar su incorrecta interpretación, que es lo que denuncio como su crisis. Los neocon han basado su forma de entender las finanzas y la sociedad en el principio de la injusticia, y frente a eso es contra lo que hay que tomar este periodo como una nueva oportunidad para el ser humano, entendido en este sentido como alerta de sus límites. Siendo sincera, no tengo muy claro si los valores occidentales son dinámicos o si es precisamente su estaticismo el que provoca los vaivenes de los que hablamos. Servida queda la polémica.
    Bachiller Rodríguez, estoy muy de acuerdo contigo en que poder presenciar un acontecimiento de tal calibre es algo indescriptible y más aún para unos recién entrados en la adolescencia como éramos nosotros por aquel entonces. Tendríamos para rato hablando del poder de la evocación y de la capacidad humana de dar respuesta a un hecho concreto que está experimentando, que espero podamos compartir pronto.

    Muchos abrazos

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