Me enteré de la muerte de Steve Jobs a las tres de la
madrugada. Por un twitter, escueto y lívido, de The New York
Times: NYT NEWS ALERT:
Steven P. Jobs, Co-Founder of Apple, Dies. Voceé la noticia instintivamente, cuando la cascada de
reacciones comenzaba a vigorizarse. Esta mañana, ésta era ya imparable. Y
reveladora. La muerte de Jobs ha sido tratada con los honores que los papeles
solían reservar a los protagonistas excelsos de una época. Jobs lo ha sido. Y su rostro enjuto, su mirada
acerina, su levedad profética reina hoy en todas las portadas del mundo. Un
mundo que debe mucho de su actual definición (y callen los pesimistas
cobardicas) al señor de San Francisco.
Sólo he manejado un Mac dos días de mi vida y me costó una
bronca con irlandés estúpido. He disfrutado de Dylan en un iPod prestado. He
visto solamente de reojo la magnífica suavidad líquida del iPhone. He odiado
profunda y sumariamente a todo aquel que ha presumido de iPad ante mi rostro.
No he poseído ninguno de los aparatos ideados por Apple; pero no pienso dejar
que ese tonto detalle coarte mi lamento ni mi pena. Sentí anoche que moría el
artífice de una era, y compartí tan rápido su muerte porque necesitaba compañía
en mi desconsuelo. Y no entiende el desconsuelo de protocolos ni de clubes
exclusivos.
Las creaciones de Jobs le han hecho merecedor de todo tipo
de adjetivos. Esa mirada azul, limpia y tensa: visionario. Tres días de barba
gris en la mejilla, el cráneo pelado y brillante: profeta. El verbo despierto,
la sonrisa amplia, una ambición trabajadora y empeñada: genio. Quiero sumar
otro adjetivo a la lista. Menos espectacular, menos brillante quizás. Pero a mí
me parece que ha muerto un empresario de los sueños. Un hombre transido a
partes iguales de pasión y raciocinio, que emprendió y brilló en la magna tarea
de forjar belleza esculpiendo en la fría eficacia exacta de la tecnología.
Tienes razón y, pese a su contribución, le echaron de su propia empresa.
ResponderEliminarEfectivamente.
ResponderEliminarPero incluso en eso su trayectoria tiene un aura especial. Por salvar su compañía después de un fracaso comercial, la puso en manos de un socio más poderoso pero menos implicado. Fue ése socio el que le echó de la compañía.
Pero ese despido no acabó con él. Trabajó con más ahínco todavía y creó, por ejemplo, Pixar. Mientras tanto, Apple entraba en declive y Jobs iba poco a poco pensando su vuelta a los orígenes.
¡Gracias por leer y comentar! ;-D.
ResponderEliminarMe gusta la calificación de "un empresario de sueños". Yo, como propietario de un iphone y usuario de Mac en el trabajo, seguramente no sea objetivo a la hora de hablar de él. Sin embargo, creo que su muerte ha traído un ruido mediático que desgraciadamente no se llevarán quienes investigan sin descanso la vacuna contra el sida o el cáncer, por poner sólo unos ejemplos. Creo que a las cosas hay que darles su cobertura justa, pero sin pasarse.
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