El pasado verano, en Berlín y de camino a un museo
contemporáneo, mantuve con un amigo una conversación sobre la problemática
relación que mantenemos en España con la Guerra Civil de 1936, sobre lo difícil
que nos resulta gestionar su memoria plural y dolorosa. Quizás fue una de esas
conversaciones intrascendentes, que nacen en los ratos muertos con más ambición
que posibilidades de sobrevivir, pero a mí no se me ha olvidado. Era una
conversación oportuna, no sólo porque por aquellos días se cumplían setenta y
cinco años del estallido, sino porque estábamos en Berlín, tan rigurosamente
ejemplar en el intimaje con un pasado de sangre e ignominia. A los dos nos
parecía que Berlín, transida de contemporaneidad por todas partes, había sabido
construirse en concordia relativa con su ajetreo reciente y muy reciente. Mi
amigo, si no recuerdo mal, confiaba en la exportabilidad del modelo berlinés a
la guerra de España. Yo, aún de acuerdo con su anhelo y su objetivo, observaba
lagunas en el plan. Y esas lagunas me ponían triste.
Recuperé parte de mi proverbial (ja) felicidad unos días
después, ya en Madrid. Fue al empezar y terminar de leer Por qué el 18 de julio…Y después, de Julio Aróstegui. Es un libro
grande y rojo, editado por Flor del Viento en 2006, en el setenta aniversario
de la guerra. El autor Aróstegui tiene una trayectoria tan larga que a mí,
hostil casi siempre a la pormenorización, me aburriría contaros. Baste decir
que es Catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad Complutense de
Madrid y que dirige también la Cátedra Extraordinaria para la Memoria Histórica
del siglo XX. Tiene tanto prestigio como merece su inteligencia y su trabajo.
Tiene también fama de obsesivo espeleólogo de fuentes, y ésa es virtud de mucha
alabanza entre los historiadores. Mucho de ese fervor documentativo y fontal
impregna Por qué el 18 de julio…Y después,
que aparece plagado de citas, referencias, llamados y demás artillería. El
libro no es una historia de la Guerra Civil ni pretende serlo, aunque eso fuese
quizás lo más sencillo. Por qué el 18 de
julio…es una exploración de las causas que provocaron la sublevación
militar y la guerra posteriormente.
Esta pretensión de explorar las causas, que puede tener en
el reverso una amplia y rica discusión historiográfica, le prometía buenos
ratos a mi optimismo esquivo. Y así fue. Nunca me ha interesado especialmente la
Guerra Civil, quizás por algo así como una saturación prenatal; pero me consta
que frecuentan este Rincón gentes que le han dedicado esfuerzo, tiempo e
inteligencia. Ellos sabrán comentar con más exactitud, y claramente les invito,
qué de bueno y qué de malo tiene el libro de Aróstegui. Yo me quedo, digan lo que
digan, con la interpretación que me devolvió una pizca de esperanza. Podría
quedarme con una Introducción inteligente, desmitificadora y valiente. Pero me
quedo con esta tesis vertebral: la guerra civil fue la colisión de dos
incapacidades. Se produjo porque ninguno de los dos bandos tuvo lo necesario
para imponerse al otro. Fue algo así como la colisión de madrugada entre dos
trenes sin faro y sin freno. Ni los sublevados fueron capaces de generalizar e
imponer su rebeldía ni la República fue capaz de salvaguardar sur murallas y su
legalidad.
No es sólo que la interpretación, además de parecer
históricamente acertada, posea una especie de faz literaria que me la hace, ay,
irresistible. Es, también, que está cargada de futuro. Sobre la certeza desapasionada
de que el mal es tan poco exigente con su morada que puede habitar en cualquier
sitio, puede adoptarse una mirada lúcida sobre el pasado, por más amargo que
éste sea. Quizás ésta sea la capital tarea de la Historia: trabajar en la
reconciliación de los hombres con su pasado…de hombres.
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P.S. Me he propuesto darle a este Rincón una mayor periodicidad. Dejar que entre en él más vida, como diría Jabois. No es una promesa, pero sí una amenaza: trataré de que haya más entradas y trataré, como siempre, de que sean mejores. Pero también se me ocurre un juego, que puede resultar interesante: si crees que hay un tema que debería ser tratado en el Rincón Insolente, no dudes en proponérmelo. Puedes hacerlo aquí, en cualquiera de los idiomas del orbe. Ya me encargaré yo de malentenderte.